jueves, 1 de marzo de 2012

THAT’S CHICAGO

THAT’S CHICAGO.

Después de tanto silencio y sin muchas explicaciones del porque de mi mutismo, hago este ejercicio concreto y vuelvo al ruedo cual toro furioso, para comentar extensamente del mas reciente hijo de nuestra cartelera teatral bogotana. Ustedes bien lo conocen: CHICAGO.

Vamos desde el comienzo. Muy encomiable me parece el esfuerzo del Señor Joaquín Valencia de montar su “espectáculo”, que argumentalmente sucede en una cárcel; que necesidad tiene de someter a los espectadores a tan terrible sensación. Yo he visto las cárceles por la televisión nacional Señor Valencia y tengo que decir simplemente que si, que la ambientación del lugar se logra extremadamente bien. Su “teatro” es frio, feo, e incomodo. Frondio como diría mi sabia mujer. Que maravilla esas tarimas de circo de pueblo con cojincitos en las que tuvimos que “sentarnos” sin espaldar durante dos horas, embutidos y hacinados como en cualquier reclusorio latinoamericano. Felicito sinceramente a su director de arte por esta maravilla de concepto escénico trasladado con maestría desde el escenario hacia el publico. Con gusto pagaríamos $130.000 por estar inmersos en semejante experiencia. Creo firmemente que fueron muchos los parques temáticos que debieron visitar los productores para llegar a tan glorioso resultado. Menos mal fui la noche del estreno y pude vivir esa incomodidad y esa pasmosa sensación de gratis, como toda la farándula capitalina. Difiero de la mayoría de la gente que en estas cosas del internet comentan y dicen textualmente que el lugar no está a la altura del espectáculo. Si lo está, el sitio es horrible y en cambio el “espectáculo” también. Y bueno, está a la altura de lo que se presenta en los teatros de la zona como el Astor Plaza, el teatro Santa fe o el de La Carrera.

Ahora vámonos al escenario, si así se puede llamar a esa tarima de conciertos baratos. Vemos un espacio vacío, sin mayor escenografía y adornado simplemente con la presencia de los músicos. Difícil elección. Aunque un musical exige una propuesta visual elaborada para enriquecer la puesta en escena y para que el publico sienta que su inversión esta de acuerdo con lo que está viendo, las nuevas tendencias y en especial la que lleva este montaje alrededor del mundo durante los últimos años, esta centrada en el minimalismo y en favorecer la destreza del director en el manejo de los actores, cantantes, músicos y bailarines para contar la historia de manera fluida. Por decirlo de alguna manera casi “teatro de actores” como dirían algunos eruditos del medio.

Valga la aclaración: actor no es lo mismo que figurita de televisión. Y figurita de televisión no es lo mismo que figurita de televisión desgastada. Bastante riesgoso montar un musical cuando los protagonistas no saben cantar ni bailar y nadie les dice que no lo saben hacer. Razón tiene Diego León Giraldo al decir que Andrea Guzmán tenia su voz muy escondida. Por algo seria! Para no aturdirnos! Mis castos oídos agradecieron mucho los momentos en los que le falló el micrófono, ya que descansaban de sus aullidos descomunalmente desafinados y ni hablar de la interpretación tan mediocre que hizo de su personaje. Quien le dijo a Juan Pablo Espinoza que cantaba o que bailaba tap? Chapotear y gritar en la ducha no son recursos validos para usar en un escenario. Por el contrario y para mi sorpresa, Stephany Cayo no lo hace nada mal. Afinada casi por completo. Eso si, divina. Que ternura cada vez que dice “jueputa” con su vocecita tierna y el publico ríe complaciente. Buen prospecto para la cultura teatral peruana. No vale la pena profundizar sobre la puesta en escena en la que el director y coreógrafo invitado Roberto Ayala, pasó por encima de la historia y maltrató el texto de una manera brutal, imagino que en pos de la edición para evitar que la debacle durara mas de dos horas.

Los “actores” no cantan ni bailan, los bailarines hacen lo suyo pero mágicamente desaparecen durante toda la función, gracias a la mediocre luminotecnia del montaje, lo que se tenia que ver no se vio y lo que debía ser intimo e invisible como la cara del señor celofán si estaba mas o menos bien iluminado, que señor tan bruto, que falta de concepto. Yolanda Rayo canta estruendosamente, pero no actúa. Los dos veteranos de vieja guardia desafinan y la humanidad que los ve no sabe si perdonarlos o condenarlos en la cárcel de su propio escenario. A Consuelito Luzardo la perdonaría, hasta que sale con ese vestidito ridículo a ser el hazmerreir de toda la honorable audiencia. Pensándolo bien no la perdono. Y Víctor Hugo Morant, siempre en lo suyo, siempre haciendo lo mismo, siempre siendo si mismo. Nunca había visto que un personaje sirviera para tantas obras de teatro. Maravilloso su no esfuerzo.

Que nos queda para deleitarnos? La música. La dirección musical de Cesar Escola. Su esfuerzo como director musical se ve empañado por la pésima calidad del sonido del lugar. Los arreglos no son los mejores, pero alcanza uno a sentir en el fondo muy en el fondo, la presencia de la música original. Sin embargo, al abrir el telón de boca; lo único bonito que tiene el “teatro” y escuchar a un argentino con problemas de dicción tratando de ser el “narrador” me dieron ganas de salir corriendo, pero no pude, me tocaba pasar literalmente por encima de muchas personas. Una voz en off lo hubiese hecho mejor.

Que desastre la producción, cómo a un productor medianamente inteligente tiene la osadía hacer un musical como Chicago sin un mínimo de dirección de arte y escenografía, en semejante lugar tan espantoso. Hubiese sido mejor que lo llenara de trastes y decorados para esconder lo inmundo de la puesta y la carencia dirección escénica.

Pobre muy pobre espectáculo musical. Muy mal realizado, mal producido, pesimamente dirigido, perversamente mal iluminado. Sin embargo hay algo que me saca de casillas aún mas: la nota que hizo para el Tiempo el señor Diego León Giraldo. No entiendo de donde saca tanto elogio. Si estuvimos en la misma función. No me parece honesto utilizar un medio de comunicación para hacerle publicidad a un producto el cual patrocina la casa editorial para la que el señor trabaja. Eso se llama publicidad engañosa señor Giraldo. Esperaba mas de usted, que ha tenido la oportunidad de ver obras en Broadway, que se toma fotos con Shakira, que se la pasa viajando, que trabajó para el teatro Nacional y el Festival Iberoamericano, que tiene todo un recorrido en el mundo del espectáculo. Cómo se atreve a escribir tanta mentira en un medio tan importante, prefiero no seguir alegando al respecto porque se me esta subiendo la presión.

Que tristeza, que falta de gusto y sobre todo que ROBO, cómo se les ocurre cobrar por ese “espectáculo” lo que están cobrando, no sea descarado señor Joaquín Valencia. Una cosa es que un productor cobre lo justo por un buen espectáculo y otra muy diferente que pretenda hacerse millonario sin darle a los espectadores nada a cambio, ni siquiera una silla cómoda.

JCF.

Anexo lo que escribió el señor Diego León Giraldo.


Muchos años llevábamos los colombianos sin disfrutar de un buen musical, ese exigente género teatral en el que no solo se deben combinar buenas actuaciones, una puesta impecable, coreografías sincronizadas, voces afinadas y presencias escénicas poderosas, sino además vestuarios en los que se noten el buen gusto y la inversión, con una dirección que balancee las disparidades que en general existen en cualquier elenco.
Pues Chicago es una apuesta para divertirse, pasar un rato agradable y sobre todo sorprenderse con algunos artistas que nos dejan boquiabiertos con sus interpretaciones.
La historia de varias mujeres asesinas, maltratadas y que actuaron en defensa propia, es el comienzo de esta divertida crítica al mundo de la farándula, pues en tono jocoso aquí las criminales son convertidas en celebridades.
Andrea Guzmán, como Velma Kelly, el personaje que en el cine le valió un Oscar a Catherine Zeta-Jones, es sin duda la estrella del montaje.
Aunque ya la habíamos visto, y muy bien, hace años en Crónica de una muerte anunciada, aquí luce más, con toda la sensualidad que el personaje exige y una voz que muy pocos sabían que tenía escondida. Sus curvas de infarto, la picardía y la personificación de Andrea enamoran.
En esta puesta, dirigida por el mexicano Roberto Ayala y con la buena dirección musical de César Escola, Yolanda Rayo, como la perversa carcelara Mama Morton, nos deja claro por qué es una de las mejores voces de este país. Sexy y malosa, sus apariciones llenan el tablado.
Juan Pablo Espinosa, como el inescrupuloso abogado, no tiene la gran voz pero logra a cabalidad bailar y llenar esos zapatos que en pantalla grande fueron usados por Richard Gere.
Tiene carisma y se notan su entrega y preparación. Víctor Hugo Morant, como el Señor Celofán, y Consuelo Luzardo, como la periodista amarillista, no solo son la cuota de veteranía sino que además producen un gozo infinito por la manera respetuosa como se paran en el escenario.
Sus personajes son bufones de sus propias tragedias y vidas fracasadas y nos convencen con el manejo de sus cuerpos y sus voces. Siempre será un regalo disfrutar de sus trabajos.
Los cuerpos de baile, salvo pequeñas faltas de sincronía que seguramente se deben al nerviosismo de un estreno, emocionan y hacen sonreír.
Stephanie Cayo, la otra protagonista, bella como pocas, necesita pararse con más fuerza en la escena. Hay un fenómeno que ocurre con los actores que tienen tablas, los más preparados, y es que cuando salen, llenan con su sola presencia el escenario.
La peruana lo intenta y a medida que avanza la pieza se siente más cómoda con el personaje, sin embargo le falta esa manera rotunda de estar.
El punto en contra, que la calidad del show hace olvidar por momentos, es el espacio, pues el Royal Center no tiene las condiciones de silletería, decoración ni sonido que una puesta como esta merecen.

jueves, 19 de mayo de 2011

Los Farsantes, La estrategia del perdedor, El feo

Muchos de ustedes se preguntarán el por qué de mi ausencia. Y por qué carajos después de tanto tiempo venir de nuevo con mis sutiles comentarios. Primero lo fácil: ¿Por qué vuelvo? Vuelvo porque me encanta saber que tengo fanaticada y que he cautivado a varios de mis lectores. Y vuelvo además porque me fascina ver cómo se molesta uno que otro personaje que se siente aludido por mis inofensivas palabras.
Ahora lo difícil, lo deprimente: Pues mi ausencia se debió principalmente a que el año pasado no hubo mucho de lo cual escribir y fuera del Pillowman de Pedro Salazar, no apareció en la escena capitalina ningún montaje que me inspirara a gastar mis letras. Y bueno, sentarme a escribir alrededor de cómo ciertos actores famosos se vuelven cuentachistes en un escenario, no me parece divertido y mucho menos productivo. Los cuentachistes que se queden relegados para la franja triple A de los sábados felices, perfecta para entretener al estrato 0, 1, 2 y 3.
Siendo yo un hombre senil, cansón y bastante jarto, no le queda más remedio a mi mujer que mandarme al teatro para quedarse tranquila viendo la telenovela de moda. Para que cuando yo llegue, ella ya se haya tomado la valeriana, esté profundamente dormida y yo no tenga otra salida que entretenerme escribiendo pendejadas en mi blog. La consola de la entrada de mi apartamento en Santa Barbara se atiborra de tantas invitaciones a espectáculos escénicos que ya me sobran cartoncitos para cambiarle la cama al gato por los próximos 3 años! Pues en esta ocasión después de un sorteo a lo “bingo” entre todas las invitaciones, fui a observar, y quiero volcar mi retahíla sobre tres obras que se estrenaron recientemente: “LOS FARSANTES” de Rodrigo Candamil “LA ESTRATEGIA DEL PERDEDOR” de Nelson Hernández y “ EL FEO” de Pedro Salazar. ¿Por qué estás obras en particular? Porque me parece muy interesante la juventud de estos tres señores como directores desconocidos o medianamente conocidos de nuestra desarticulada e inmensamente desabrida escena bogotana.

LOS FARSANTES
Fui a ver esta obra con una gran expectativa. Es la primera vez que veo algo de esta nueva agrupación (“El Vulgar”) que por lo que me cuentan está haciendo un esfuerzo por mantener algo de continuidad en la difícil labor de hacer teatro. Lo que más me llamo la atención fuera del título y la pequeña trayectoria del grupo fue su director. Siempre he desconfiado de los actores que deciden a dirigir, son muy pocos los que logran hacerlo con éxito y claro, este caso no fue la excepción.
Señor Candamil: Su obra me pareció terriblemente aburrida. Salí del teatro con la sensación de haber perdido una hora y pico de lo que me queda de existencia y a mi edad no me puedo dar el lujo de perder unos minutos de mi sueño, ya que ni siquiera pude dormir durante la función, (asunto para el cual también soy bastante bueno). Su obra es una de esas en las que no pasa nada. No es entretenida, ni divertida, y ni siquiera desagradable. El discurso, si es que lo hay, no llega a nadie, se queda en el aire. Es una sensación que me cuesta describir. Claro está que eso es lo que produce el teatro del absurdo, género en el que está clasificada esta pieza. Pero el teatro del absurdo pasó de moda por lo aburrido, por lo absurdo. Todo evoluciona mijito, inclusive el teatro.
Como soy un hombre desocupado y me gusta tomarme el tiempo de profundizar en estos trabajos, voy a seguir adelante, así tenga un poco de pereza. No le hace, ya arrancamos; pues terminemos.
En cuanto a la puesta en escena: Pobre, básica, poco arriesgada, sin lenguaje definido. El tono de actuación a ratos es clásico y a ratos es gestual, pero nunca llega a ser ni una cosa ni la otra. Su puesta es poco arriesgada, podría decir que efectiva pero tampoco, le cuesta mucho mantener la atención de los espectadores. No se ve la visión de un director. Me sentí viendo un documental sobre cómo se montaban las obras en los años 80. No hay ninguna propuesta novedosa, parece puro teatro estudiantil.
Hay que enfatizar que el desastre de la pieza se debe no sólo a la inexperiencia del director sino a su incapacidad de arriesgase a mostrar su forma de ver la vida a través de este texto. Lo que noto es un director que montó la obra seguramente tal cual como la vió en sus épocas de estudiante en Nueva York. Incluyo acá el número musical que en este caso es completamente espantoso. Si uno cita en el programa de mano que el evento es una adaptación de la obra original, tómese el trabajo de adaptar, no de repetir y no haga la salvedad sólo para evitar pagarle los derechos al autor.
Ahora los actores: El señor Mario Escobar (Cornelio) quien tiene una gran experiencia, hace lo suyo y logra que el personaje sea lo suficientemente desagradable, interpretación certera, que es lo que la obra necesita. Biassini Segura (Shimmel) no se arriesgó para nada. Shimmel es más que el asustadizo inmigrante, así que la interpretación no es solamente mirar de un lado para otro con cara de espanto, para dar la idea de estar perdido en la gran ciudad. Ana María Aguilera (Margarita) sobresale un poco (pero no mucho, mijita) entre los demás, tiene algo de fuerza y a pesar de ser chiquita y casi insignificante se gana su lugar en el escenario. En general sobre ellos tengo que decir que me da lástima que estos actores no logren demostrar de lo que son capaces por la pobreza del texto y por un director que no logró ver la obra en otra dimensión.
De la escenografía no hay mucho de qué decir. Si no existiese, no pasa nada. Con demarcar las líneas en el piso era más que suficiente. Y la luz tampoco contribuye a generar espacios, es triste y excesivamente plana. Este es el resultado de escoger un texto fofo y ortodoxo, pero sobre todo de no tener la capacidad de adaptarlo y establecer una visión propia sobre el mismo tema.
Aun así entiendo a las directivas de La Casa del Teatro Nacional que con la escasez de producción teatral capitalina no tienen más remedio que programar lo que hay por ahí suelto dando vueltas.

LA ESTRATEGIA DEL PERDEDOR
Cuando me llegó la invitación al estreno de esta obra me pregunté: ¿Quién es este señor Nelson Hernández? ¿De dónde salió? Y como siempre lo hago, me tomé el trabajo de investigar para así decidir si valía o no la pena ir a verle su obra. Simplemente dirigió el año pasado una obrita de esas de tinte comercial, con actores de televisión y viejas buenas con poca ropa. De esas obras que le gustan a mi esposa y a sus amigas y de la cual fui víctima el año pasado. “Estado Civil Infiel” ¡qué horror! Tuve que ir prácticamente obligado con Margot, Rosa y Rebeca, las amigas viudas de mi adorada esposa. No me quiero seguir acordando porque me vuelve la taquicardia.
Con pocas, muy pocas expectativas fui al magno escenario del Gimnasio Moderno a presenciar la obra de este señor. Debo confesar que esta obra me sorprendió. Es agradable ver cómo la gente casi se ahoga de la risa con el juego situacional que propone el texto. No es una gran obra, pero cumple con su objetivo: entretener al público.
La puesta en escena se sostiene. Los personajes son creíbles. Sin embargo a los actores se les nota mucho cuando quieren ser graciosos porque sí. No obstante la situación los absorbe y termina primando por encima de la fantochería. Esto no quiere decir ni mucho menos que la obra esté a la altura de una comedia de Neil Simon o de Ray Conney, faltaba más. El texto tiene una que otra falla dramatúrgica. Pero se ven incipientes asomos de este tipo de comedia. Se agradece mucho a los actores la entrega y el compromiso a la hora de interpretar sus personajes.
Y ahora los actores: Julio Cesar Pachón(¿?) No sabía que este señor existía, en la vida lo había visto. Su personaje es correcto, aunque a veces se le escapa por entre las manos y perdemos el texto entre sus problemas de dicción. Sin embargo creo que es un actor con un gran potencial, lleva la narración de forma entretenida y es uno de los aciertos de la obra.
Al señor Walther Luengas lo he visto varias veces en la escena teatral. Claro está que nunca fui a verlo en Infraganti. Dios me ampare y me favorezca de tener que ver algo escrito por Dago García, ay! Vuelve la taquicardia. Ese señor no debe saber qué es el teatro y dudo mucho que se haya leído al menos una obra en su vida. Volviendo al personaje, Luengas hace gala del gran talento que tiene como comediante y aporta efectivamente con su propuesta al ritmo de la obra.
De Olga Lucia Angulo (otra desconocida) No tenía ninguna referencia. Ella ejecuta correctamente el personaje. Sin embargo, me parece que le hace falta tomarse unos whiskicitos más en pro de una interpretación más creíble de la esposa borracha.
A Isabel Olano(¿?) Tampoco la conocía. También ejecuta correctamente su personaje de lorena. Sin embargo siento que le hace falta fuerza y contundencia para ganarse el espacio en la escena. A veces parece que estuviera leyendo el texto, tratando de hacer una lectura dramática.
Visualmente no pasa nada. El escritorio es el escritorio, más allá de la pátina brillante con visos de futurismo. El espacio a veces es confuso, sobre todo para ancianos como yo acostumbrados a leer las obras naturalistamente. El baño debería ser el baño, la oficina debería ser la oficina. Cómo carajos hacen para salir y entrar de todos los espacios como si atravesaran las paredes? La obra pasa en el futuro y no me lo dijeron (???) EL vestuario me parece correcto. Tal vez subido de tono rosa el personaje de la secretaria y muy fúnebre el de la esposa, pero igual ayudan al concepto. Del blazer del protagonista ni hablemos, que yo tuve uno así cuando en Nueva York me gustaba ir a bailar a los salones a ver en vivo al gran Frank Sinatra. Del vestuario de Luengas, siento que no tiene exageración en ninguna medida. Es muy normal, no dice nada. Podría llevar un concepto más claro. La iluminación también es correcta. Muestra los espacios y ayuda al ritmo de la obra.
Se le anota al señor Nelson Hernández, a quien aparte del sainete de Estado Civil Infiel, nunca jamás en la vida lo había escuchado nombrar, que tiene talento para escoger comediantes, lo cual es la clave para montar este tipo de espectáculos. Además se precia de hacer una interpretación clara del texto. Mi mujer, que en esta ocasión sí me pudo acompañar, me dejó aburrido de tanto comentar las barrabasadas que los personajes hicieron durante hora y media. Tampoco era para tanto! Ella se entretiene con cosas simples. Margot y Rebeca (divinas!), se identificaron con la esposa borracha. A Rosa la operaron de la várice y no pudo ir, pero mi mujer le contó la obra enterita por teléfono a la mañana siguiente.

EL FEO
Fue para mí desconcertante ver el resultado del Feo. Yo he seguido muy de cerca a Pedro Salazar como director. Por lo general me gusta mucho lo que hace. Con Pillowman dejó un punto muy alto y la verdad esperaba mucho más de él en esta ocasión.
La puesta en escena me parece triste, aburrida y sin gracia, lo que contrasta terriblemente con la escenografía, el vestuario y la iluminación. Es como si lo visual fuera en contravía del movimiento, del tono de actuación y del ritmo de la obra. Siento que Pedro Salazar se dejó llevar por una estética visual supremamente elaborada, perdiendo la esencia de la narración. No logró poner lo estético al servicio de la historia. Por el contrario vemos a unos actores deambulando con sus personajes en un espacio que no manejan, en un espacio que no les pertenece. La ligereza del tono le quita veracidad al texto. La falta de rigor a la hora de construir las escenas hace que la historia no llegue a los espectadores y se vuelva lenta e incomprensible.
Felipe Botero “El Feo” a pesar de ser un gran actor, aquí no luce. (No es su culpa). Está en el casting (no quiero decir que sea feo) lo cual ayuda un poco, pero es muy difícil actuar al lado de unos compañeros que no se comprometen y que a la legua se les nota que lo único que quieren hacer es irse rapidito para la casa.
Juan Manuel Lenis, uno de los tres actores que interpreta dos personajes, no lo hace muy bien pero se le abona que es el único que intenta hacer una diferencia latente entre los dos roles. Igual es muy fácil diferenciar en la 82 con 11 mientras se toma uno un tecito en el Pomeriggio a un empelado venido a menos y a un desadaptado homosexual.
De la señora Marcela Benjumea ni hablar. Esta actríz no sacó ni la entrega, ni el compromiso de su padre. Supongo que debe tener algo de talento para ganarse el premio (los premios, porque se los ganó casi todos!) como mejor actriz de la tv colombiana, pero que se quede haciendo telenovelas para las cuales no hay que saber actuar. Marcela Benjumea no tiene ni idea de lo que necesita un actor para hacer una pieza teatral y cree que con hacer un par de gestos es más que suficiente. Hay que ser generoso con los compañeros de escena, no sólo botarles texto. Frase por frase, hay que indagar en la sicología del personaje, en sus motivaciones. Qué pobreza de interpretación! Hasta tumbada se hubiera sentido mi esposa con la señora Marcela.
Víctor Hugo Morant no hace nada distinto a lo que siempre hace, y la verdad no esperaba más de él. No vale la pena criticar a un actor que personaje tras personaje sigue mostrando lo mismo.
La escenografía me parece fantástica. No sé si sea la más adecuada para esta obra; nunca lo sabremos. La luz cumple correctamente con lo que la escenografía exige. El vestuario entra bien dentro del concepto. Qué lástima que los actores ni la puesta estén a la altura del concepto visual.
Lo siento por el señor Pedro Salazar, pero en esta obra en particular lo siento un poco perdido. Tal vez no era aún el momento adecuado para montarla.

Justo CF.

lunes, 31 de agosto de 2009

A papaya puesta...

Sobre PAPAYANOQUIEROSERPAPAYA de la compañía Cortocinesis.

Últimamente he escuchado varios comentarios sobre esta pieza de danza contemporánea que dirige Vladimir Rodríguez para la compañía Cortocinesis. Tengo que aclarar que nunca me baso en los comentarios para asistir a un espectáculo, es más, no creo en el criterio del publico colombiano, pero decidí ver esta obra por la juventud de sus creadores y porque eventualmente son los que nos van a representar en los años venideros.

No es una pieza de danza con gran virtuosismo, cuenta una que otra historia y con eso para mí está bien. Aunque el comienzo tiene una partitura bien estructurada, a nivel visual y coreográfico no plantea nada del otro mundo y por un momento uno siente que va a ser otra obra larga, aburrida y sin dramaturgia, como casi todas las de su género, pero don Vladimir tiene la capacidad de burlarse de sí mismo y de sus colegas, y gracias a los dioses la cosa cambia ostensiblemente con la entrada a escena de un balón de fútbol que se convierte en el hilo conductor de la tragicomedia que viene a continuación.

Afortunadamente el fútbol no es de mi agrado, como no lo son otro tanto de las aficiones típicas de nuestro pueblo, pero me pareció interesante ver cómo con un balón se hace una buena coreografía, llena de lugares comunes (como lo diría cualquiera de mis colegas), tanto, que como casi todas las manifestaciones populares termina en violencia (¡asco!.. eso es lo que me produjo la primera parte de la historia). Qué horrible es ver cómo somos los seres humanos, cómo destruimos todo, pero lo peor: cómo somos los colombianos.

El primer acto cumple su cometido; cuenta una historia clara, es divertida y deja la sensación de que estamos viendo algo distinto, o más que distinto, un espectáculo que le hace honor a la danza teatro.

El segundo acto comienza con una escena netamente teatral en la que estos bailarines hacen un gran esfuerzo por actuar, y es ahí donde está el gran problema de la obra: como actores son excelentes bailarines; la verdad, era mejor no ponerlos a hablar, o a interpretar de esa manera; los personajes no llegan a ser estereotipos, no logran trascender. Es entendible, estos jóvenes tienen una formación fuerte en la danza y eso se les nota, pero una pieza de estas características exige una dirección actoral consciente, responsable; las escenas actuadas, aunque divertidas, muestran una gran falta de rigor a la hora de interpretar.

Creo que tanto el dramaturgo como el director se fueron por la fácil, sobre todo aprovechando lo que cada intérprete da corporalmente; aplaudo el rigor del trabajo coreográfico y estoy seguro de que era más fácil abordar esta segunda parte desde el cuerpo que desde el texto; se nota que el señor Rodríguez es ajeno a esta forma tradicional de interpretar y si alguien le dio la mano con la dirección actoral, a ese alguien le hace falta mucho bagaje y experiencia en lo que tiene que ver con la dirección de actores.

Con esto no estoy diciendo que sean malos intérpretes; en lo suyo son buenos, pero lo que hacen con todo el cuerpo en la primera parte lo dañan al abrir la boca en la segunda; la presencia, el estatus, la fuerza, la seguridad, se pierden cuando se ven expuestos ante una forma narrativa ajena a su formación. No había necesidad de meterse en este terreno cuando son tan buenos para crear imágenes, ¿por qué no seguir como venían?

Quisiera detenerme en este punto, pero hay un personaje que no puedo sacar de mis pensamientos; me perturba y me inquieta su pobre desempeño. Me refiero al señor Julián Garcés: El caballero en cuestión no sólo es pésimo actor; como bailarín es el de menor habilidad, y cuando abre la boca acaba con todo; esto no tiene nada que ver con lo que dice; es la forma en que lo dice: no tiene dicción, ni proyección, ni presencia, ni estatus; muy triste que las escenas más fuertes se vean desfiguradas por las carencias de este intérprete. Más de uno dirá que eso es racismo, pero NO señores: ¡Esto es crítica!

Finalmente tengo que reconocer que la obra tiene una gran identidad colombiana y que muy a pesar de todo hay una inquietud por contar historias de varias maneras.

Como dice mi mujer: ¡es mejor atajar que arriar!

Justo CF.

jueves, 20 de agosto de 2009

Un regalo para Bogotá

Hace algunas semanas regresé de mi viaje a Düsseldorf, donde pasé el verano plácida y hasta a veces aburridamente con mi señora, mi hijo, mi nuera y los trillizos. Paseamos por el museo Aquazoo – Löbbecke, muy conveniente para ellos: pingüinos, moluscos, insectos, agua y más agua; todo lo que unos niños de 6 años desean en época de vacaciones.
Mientras disfrutaba del clima y de estos maravillosos paisajes, recibí noticias de la aguda pero no extraña sequía teatral de nuestra querida y desbaratada cuidad, así que fue tiempo de volver, de regresar, de retornar.
Debo reconocer que mi estadía en Europa fue muy placentera y el no haber asistido a ningún espectáculo teatral, relajó mi espíritu y me devolvió a mi patria cargado de buenas energías y tolerancia para lo que de ver espectáculos se trata…
Volví a mis andanzas de viejo desocupado, a mi periplo por los escenarios capitalinos en busca del tan anhelado hecho teatral, aquel que me contraría, me seduce y muchas, pero muchas veces me decepciona; no crean, he tratado de dejarlo, he tratado de poner mis ojos en otras cosas, pero no puedo; está dentro de mí, hace parte de esencia, en fin… esto es un mal necesario.
Dentro de esta búsqueda tuve la “fortuna” de asistir a la función de estreno del naciente festival “Impulsos”, que se inauguró en La Casa del Teatro Nacional.
Muy encomiable me parece el esfuerzo conjunto que desean realizar los organizadores de este magno evento, que coadyuvará a aquellos que vienen realizando festivales desde hace varios años, como La Libélula Dorada, que desarrolla anualmente un festival de danza contemporánea en donde tienen cabida muchas de las propuestas de nuestra danzante joven ciudad.
Yo sabía a lo que iba, sabía que me tenía que aguantar uno o más discursos antes del performance, pero lo que no esperaba es que esta primera parte del evento de inauguración resultara ser más entretenida y divertida que la obra misma.
Las palabras de bienvenida de Adela Donadío fueron sentidas, emotivas, anecdóticas y muy informativas. Sale a relucir su capacidad de concreción de ideas, su redacción fina, cercana a los oyentes, se notó su propósito y compromiso como coorganizadora del festival.
Al llegar el turno de Tino Fernández, el espectáculo cambió radicalmente. Los nervios se le notaban a granel. Su discurso amenazaba interesante, y su lectura fluía con naturalidad. La sorpresa llega con el primer punto aparte, cuando Juliana Reyes, coorganizadora del evento, irrumpe favorablemente para brindarle un respiro a su colega como si entrásemos en la ceremonia de entrega de aquellos mediocres premios que se otorgan a los actores y actrices de la televisión criolla, o al mejor (o peor) estilo del reinado de Cartagena. Él y ella compartieron párrafos, a cual más elocuentes; lo único que faltó fue el cetro, la corona o la estatuilla, porque en el público había uno que otro representante de jet set criollo.
Muy bien escrito el discurso, prepotentemente bien escrito; elitistamente bien escrito. Entendimos claramente cómo ellos (Fernández y Reyes) se autoproclaman los mártires del medio de la danza, los redentores de un género que necesita ser favorecido y compartido masivamente.
La feria de las autoproclamaciones continúa, pero el tono cambia cuando declaran su festival como el “hermano menor” del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, que por cierto está muy ecológico por estos días, a cuenta de un arbolito anaranjado con tacones que creció sobre la tumba de Fanny Mickey para convertirse en su imagen oficial. Que me perdone la Señora Mikey, o mejor; Señora: perdónalos porque no saben lo que hacen!
Oportuno el anuncio de la hermandad, nos queda clarísimo hasta dónde quisieran proyectar su Festival. Muy de “hermano menor” cuando Fernández detiene el discurso, hace una pausa interpretativa, dirige su mirada hacia la nueva directora del FITB y escupe un sentido e ingenuo: “Ana Martha, buena suerte”. ¿Ah?
Si yo en mis juventudes hubiese hecho eso con mi hermano mayor en cualquier evento de clase alta donde nos desenvolvíamos brillantemente, él me hubiese llevado aparte para reclamarme tajantemente mi falta de tacto y mi alevosía.
Como si no fuera suficiente, Fernández y Reyes pregonan la siguiente frase como si estuvieran en la plaza de Bolívar frente a 50 mil personas: “… BOGOTÁ, ESTE FESTIVAL ES PARA USTEDES”.
Muchas gracias señores por el ofrecimiento, muy altruista de su parte, pero ¿De dónde la plebe, el público en masa que se pretende llevar a estos eventos, va a sacar los 40 mil pesos que cuesta ir a ver un espectáculo allí? Vaya elitista manera de masificar su naciente propuesta.
Un festival en su PRIMERA edición como este, no se puede dar el lujo de cobrar como el “Hermano Mayor”, que lleva 20 años posicionándose en la mente, en los corazones y en los bolsillos de la gente.
Aplaudo la iniciativa y me parece formidable que alguien se tome el trabajo (que es bastante) de abrir espacios para intercambiar experiencias, pero no por eso voy a ser indulgente: lo que no soporto es la arrogancia de los organizadores. ¿Acaso esperan que nos arrodillemos ante ellos y les demos las gracias eternamente?

Oscuridad. Empieza la función. 50 minutos de texto entre una francesa y una española. Muy poco movimiento.
¿Será que tan temprano se les acabaron los Impulsos?

Justo CF.

miércoles, 18 de marzo de 2009

La escuelita de Adelita.

Sobre Inocencia, el trabajo de graduación de la última promoción de la escuela de la Casa del Teatro Nacional, dirigido por Adela Donadio.

En los últimos años por cosas del destino he visto varios trabajos estudiantiles y por lo general he salido muy triste por el bajo nivel de las puestas en escena y por ende de aquellos que las interpretan, pero tengo que reconocer que en este caso en particular la cosa no es tan grave.

Es difícil criticar una puesta en escena de estas características porque son varios elementos que hay en juego. Pero particularmente en obras de este tipo me dedico a observar el trabajo del actor y su personaje; sobra decir que logro olvidarme de lo técnico para concentrarme en percibir qué tan bien preparados están estos muchachos para afrontar lo que se les viene de ahora en adelante.

Siendo consecuente con lo anterior evitaré hablar tanto de la directora como de la puesta en escena (aunque me muero de ganas por hacerlo!), qué pesar, pero hay que ser objetivos: esos aspectos no son importantes en el momento.

Siempre que veo una obra de estas me queda un mal sabor de boca, porque a mi modo de ver, la desgracia de las obras estudiantiles radica en el casting tan pobre que resulta de combinar talentos desiguales de los estudiantes, y el resultado final no deja visualizar el verdadero nivel en el que se encuentra el actor, y eso que esta obra logra situar muy bien a varios de sus intérpretes.

Varios actores me vienen a la mente: Por ejemplo, Edwin Maya, un muchacho que cumple con las características de Fadoul; el muchacho contribuye efectivamente al desarrollo de la pieza y con esto no estoy diciendo que sea el mejor ni el más talentoso.
Alejandro José Riaño – Una ficha que se mueve discretamente en el escenario sin aportar mayor cosa a la puesta en escena. Su discurso desde el distanciamiento en el principio de la obra no fue el más acertado.

Andrea del Pilar Mora – Absoluta… mente simpática la muchachita bailando en ese tubo; la niña promete, y no sólo porque que se destaca por su belleza, sino porque además se le nota el esfuerzo a la hora de crear un personaje que no siente culpa por sus acciones.
Lina Fernanda Balvuena, una de las grandes damnificadas en esta obra; no sólo está fuera de casting, sino que además el planteamiento de “ella” está fuera de toda borda. Un vestuario y un peinado no son suficientes, y si el actor no se acomoda al personaje, pues hay que buscar la forma de llegar a una interpretación acorde con sus posibilidades y adaptar la pieza para que todos los actores puedan demostrar de lo que son capaces.
María Margarita Mora – Si ella tuviera una gasolinera…- Un gran talento que añadió “el toque” a esta obra que a ratos nos tumba del sueño.

Laura Cristina Rodríguez – La verdad, Hubiera sido mejor que La señora Habersaat se quedara sentada durante toda la obra. Y lo siento por esta estudiante, porque lo terrible de su trabajo es que su personaje es uno de los más importantes y más lindos de la obra, y desafortunadamente, apenas si podemos ver algo de su sicología; La señora Habersaat queda reducida a un intento de locura, un mal chiste, una payasada de distorsión. Nuevamente, el peinado y el vestuario no son suficientes.

Silvia Juliana Arias – La mujer (venida a menos) del agente de pompas fúnebres – Una niña a la que se le nota el esfuerzo que hace en escena, y se le agradece.

Laura Alaguna – La madre , la suicida, la cantante - No veo la necesidad de ponerla a hacer todo lo que hizo, y lo digo porque citando sólo la primera escena de la señora Habersaat, me pareció terrible, y no sé si es por el tono de actuación propuesto por la directora, o porque definitivamente le falta mucho como actriz; espero por su bien que sea lo primero. El resto del tiempo sobró.


Lo que quiero decir con todo esto es que sé que es muy difícil encontrar una obra (sea clásica o contemporánea) que se acople a las necesidades particulares de estos elencos tan diversos y disparejos, ¿Qué hacer? ¿Quince monólogos? -Qué aburrido! ¿Contratar a un dramaturgo que les escriba una obra que les quede como anillo al dedo? -Qué difícil… aunque no imposible. Pero ni siquiera este viejito senil que todo lo ha vivido tiene la solución.

Lo que sí hay que hacer es destacar (y ese es el objetivo de estos procesos) es que en estos nuevos actores que están saliendo de esta escuela se ve la mano de unos muy buenos maestros; se nota el rigor de las clases de voz, de cuerpo, de actuación (a veces); se saben parar en el escenario sin temor, y eso se aprende al pasar por una buena escuela como la de la Casa del Teatro Nacional; No es el caso de los muchachos de la Academia Charlot, a cuyos montajes de graduación he tenido la desgracia de asistir, y créanme que no salen sirviendo ni para trabajar como extras en padres e hijos.

Aplaudo la labor de Adela Donadio y de los profesores de la Casa del Teatro Nacional por creer en estos muchachos y espero que sigamos viendo los frutos de procesos de este tipo.

Justo CF.

miércoles, 25 de febrero de 2009

HIENAS, CHACALES Y OTROS ANIMALES CARNÍVOROS

Primero que nada quiero agradecer a todos los que en mi ausencia se preocuparon por mí. Los mensajes que recibí de su parte fueron alentadores y vigorizantes, y me sirvieron para soportar las largas noches de hospital. Hace pocos días salí de la clínica Shaio en donde le hicieron una cirugía a mi corazón, que como es normal a ésta edad ya estaba para reparar; pero no se preocupen, gracias al doctor Santos y a las enfermeras tan queridas de la Shaio todo salio muy bien y aquí seguimos dando la batalla, sólo espero que ninguna de las cosas que voy a empezar a ver este año me produzcan un infarto.

Hoy quiero hacer referencia a un tema que por un momento pensé que ya no valía la pena pararle bolas, pero viendo los últimos acontecimientos me doy cuenta tristemente que sigue sin resolverse. ¿Quién va a asumir la dirección del Teatro Nacional y del Festival Iberoamericano de Teatro?

Por eso decidí titular el articulo “HIENAS, CHACALES Y OTROS ANIMALES CARNÍVOROS” porque de esos hay de sobra al interior de esa institución. Qué tristeza que la cultura esté plagada de pusilánimes poco talentosos y hambrientos de poder.

Era lógico que algunos de los colaboradores de la señora Mickey quisieran quedarse con su puesto debido a lo que en el medio representa estar a la cabeza de tan prestigiosa institución, pero el problema es que ella no vio en ninguno a un sucesor, porque no lo estaba buscando. Tanto La Fundación Teatro Nacional, como el Festival Iberoamericano fueron su proyecto personal y como tales se los está llevando a la tumba.

En un principio nadie expresó abiertamente querer subirse al poder, cosa que me extrañó bastante y por el contrario, andaban como huerfanitos buscando un tío rico que los quisiera adoptar, pero ante la negativa del Señor Ramiro Osorio, los pobres huerfanitos se quitaron la piel de ovejas y salieron a relucir los chacales de sus verdaderas intenciones.

Entiendo y comparto la posición de los actores al apoyar a la señora Ana Marta de Pizarro; ella es una mujer respetada, reconocida y su cercanía a la señora Fanny hace que conozca muy bien todo lo que hay detrás de ese negocio, y lo mejor de todo es que ella sí sabe cómo se consigue la plata. Ana Marta tiene el número del móvil de los presidentes de las principales empresas del país y a diferencia de nosotros, los simples mortales, hay muchos políticos y personajes influyentes que le pasan al teléfono a ella sin pensarlo dos veces. Claro que ella tiene sus falencias; seguramente no tiene la sensibilidad artística que se necesita para tan altos ministerios, o el talante para organizar a tanto payaso (porque hay mucho) en ese circo, y eso hace que no sea la mas idónea, pero, y si no es ella, ¿entonces quién?

Ya sé… Él, Jorge Alí Triana, individuo que al parecer ha manipulado todo para volverse una opción, que si se vuelve realidad, sería un error garrafal. Él, un hombre perezoso, sin talento y dispuesto a una sola cosa… la rumba. Él, que sí quiere sentarse ahí, pero sólo para devengar un cómodo salario mensual que le permita darse la gran vida como siempre. O no ven como Él se vende al mejor postor? -si le interesara la Fundación Teatro Nacional, no haría “Doña Flor y sus dos maridos” por otro lado (El Arlequín); Él, se pondría la camiseta y se comprometería con la causa de sacar el Teatro Nacional adelante, por el solo hecho de pertenecer a su junta directiva; Él sería leal. ¡Pero no! Miren con quién se junta para montar “Doña Flor”: con Hugo Molina, un mercenario de la escena, así que no entiendo a qué horas esperábamos ser representados por semejante personaje.

Pero pensándolo bien, a mí también se me ocurre que se puede nombrar a Fernando Fernández como director tanto del teatro como del festival; él sí es un hombre que conoce del mundo del espectáculo, es un hombre culto, cultísimo, perspicaz, de buena familia, es un hombre comprometido con… sus causas; un pobre viejo como yo no tiene nada que hacer al lado de tan ilustre caballero; definitivamente es mi nominado; Ojalá los de la junta directiva lo tuvieran en cuenta.

Estoy seguro que varios de los que trabajan al interior del Teatro Nacional que no son parte de la junta y que son los que ejercen presión sobre el doctor Gustavo Vasco se creerán capaces de subirse al trono y soñarán todos los días con ser promovidos como en un cuento de hadas, y por eso digo que las hienas y los chacales tarde o temprano iban a acabar con lo que tanto esfuerzo construyó la (pobre) difunta.

Como van las cosas el que viene podría ser el último festival; sin un líder es muy difícil que una empresa de esta magnitud se sostenga por mucho tiempo. Pero no es tan grave para nuestra ciudad que se acabe el festival, porque hay que reconocer que sus últimas versiones han sido por demás bastante mediocres en lo que a contenidos se refiere, cosa que para el público esnobista de este país no es problema: sólo van a mostrarse ante los demás de sala en sala; pero de todas maneras, hay que reconocer que a nivel de producción y logística el esfuerzo sigue siendo admirable.

Muchos creen que lo mejor que le ha pasado a la cultura del país es el Festival Iberoamericano, pero yo difiero seriamente de ésta afirmación y si no, preguntemos a la gente del Teatro Libre, del Teatro la Candelaria, del Teatro el Local, a Tino Fernández, a Fabio Rubiano y varios más; gente que a pesar de estar apadrinada por el festival le ha tocado sudarla para poder mostrar sus trabajos en otros festivales del mundo.

No es obligación del festival acoger o promover a estos grupos, eso es otro negocio y como negocio la cosa va en un solo sentido: mientras entre la plata de los patrocinadores que cubra los costos y el dinero de la taquilla quede libre, lo demás no importa. Por eso pienso que tarde, muy tarde llegó la llamada “Ventana Internacional de las Artes” o VIA a darle un “espaldarazo” a los grupos, a “conseguir” circuitos para la difusión teatral, o a pretender que lo hace, y entonces ¿Para qué poner una oficina que exporte lo poco que hacemos? ¿Para qué incentivar la producción en miras de nuevos mercados? El teatro en Colombia se volvió perezoso gracias al monopolio generado por Mickey; Teatros, compañías y público se sentaron a esperar patrocinios cada dos años, y los pocos creadores teatrales que eran constantes, se extinguieron esperando a un público que ahorraba para ir cada dos años a ver teatro.

Sólo espero que nada de lo aquí expuesto se haga realidad… esta es una de aquellas situaciones en las que yo quiero estar equivocado!..

Entonces...Salve usted la patria Doctor Fernando Fernández!

Justo CF.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

El que mucho abarca… poco aprieta!

Sobre “ADENTRO LA CASA AFUERA” montaje que se presenta en la Casa del Teatro Nacional, producido por Inédita y dirigido por Javier Gutiérrez.

“¿Qué tanta basura tiene que ver un hombre para poder criticar?”

Esta es una frase que parece sacada de una obra de Fabio Rubiano, a quien muchos seguramente han querido imitar, y quien lo sigue haciendo es Javier Gutiérrez; lo imita en todo: en la forma de escribir, en el planteamiento y construcción de los personajes, en la puesta en escena… Tanto lo imita que trabaja con los mismos actores, pero a diferencia de Rubiano (que sí es dramaturgo y director), Javier Gutiérrez es una mala copia; no entiendo por qué armó rancho aparte, si lo que estos nuevos creadores INÉDITOS necesitan es un director de verdad, uno que sí les canalice todo lo que tienen en la cabeza.

Yo no quería hablar de esta obra pero el otro día almorzando con Pepe Echavarría en Matíz mientras degustaba un maravilloso San Lucar, salió a colación el tema de “ADENTRO LA CASA AFUERA” que dirige el señor Gutiérrez y hasta ahí llego mi felicidad; se me daño el almuerzo. Y bueno, ya que Pepe trajo a mis recuerdos un hecho que quería olvidar a como diera lugar, decidí entonces escribir este artículo.

Es increíble que un personaje con tanto estudio como el que dice tener el señor Gutiérrez, no sea capaz de contar una historia que además él mismo escribió, y siga tan perdido en esa búsqueda de lo multimedial que varios ya superaron (afortunadamente!) y en ese derroche de tecnología que no contribuye a nada y aburre hasta el cansancio. No entiendo cómo lo que se supone es un premio nacional de dramaturgia queda reducido a un revuelto de imágenes y ruidos que no dejan ver lo esencial, el relato. Se le felicita a don Javier por el premio y eso me hace pensar que algo bueno debe tener el texto para ser merecedor de tan honroso galardón, pero como le pasa a muchos “directores” o “escritores”, el señor Gutiérrez la embarró, y la embarró al montarla él mismo; él es un hombre que hace muchas cosas en el medio, pero algo que definitivamente no aprendió fue a hacer puestas en escena; para la muestra un botón: dónde quedó todo lo que dice el programa de mano? –“Una propuesta que obliga a cuestionarse sobre la memoria, el recuerdo, el deseo de trascender y el sentido de la existencia”- Discúlpeme don Javier, pero ¿Cómo así? Eso escrito está muy bonito, pero la obra no logra ninguno de esos objetivos y por el contrario, la puesta en escena es una gran contradicción con la historia clara y sencilla que plantea la sinopsis.

Cuando se entra a la sala es interesante ver la instalación sobre el espacio, un decorado impecable, unos colores armoniosos y una atmósfera agradable, que con el pasar de los minutos se va derrumbando.

Entiendo el discurso vanguardista y la búsqueda de Gutiérrez por tratar de mostrar las cosas como nadie las ve, pero su fórmula ya cansa y más cuando insiste en el valet de los objetos: es insoportable ver como cada vez que no sabe qué hacer con los actores, pone una música recurrente y le da vueltas al espacio una y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez… Como dicen mis nietos: qué pereza, qué aburrido, qué mamera…qué falta de creatividad escondida en tanto diseño visual.

Es muy triste ver a actores de la talla de Rosario Jaramillo, Marcela Valencia, César Badillo y Fernando García someterse a cuanta payasada se le ocurre al director; no hay ninguna propuesta interesante y todos caen en un tono ridículo, en una puesta en escena pobre y desprovista de carne.

En general me parece una obra típica de Javier Gutiérrez: se nota su gran carencia como director, y no sé para qué les da créditos a otros miembros del colectivo (codirector, escenográfo, iluminador, vestuarista etc..), si lo que al parecer es un trabajo en colaboración, es el resultado del trabajo de un grupo de personas que en lugar de proponer, enriquecer y dar puntos de vista refrescantes a la pieza, caen en manos de un dictador que los convierte en unos ejecutantes mediocres que no logran ser, y mucho menos mostrar lo que supuestamente saben hacer: en resumidas cuentas, la luz, la escenografía, el vestuario y el video parecen diseñados en su totalidad por Gutiérrez, porque el señor además de dramaturgo es diseñador de escenografía, iluminador, director audiovisual, profesor y no sé cuántas cosas más. Como decía mi abuela: el que mucho abarca…

Y para acabar de completar, como si ya no fuera suficiente toda la sobrecarga visual y sonora, justo al final de la obra ponen al espectador en una situación bastante desagradable: yo estoy de acuerdo con los nuevos directores con la premisa de que hay que proponer cosas para que el público experimente nuevas sensaciones, y la cosa no iba del todo mal cuando tanto actores como luces se acercaron al público, no sé si para hacer un poco más íntimo el encuentro, mientras los actores nos hablaban directamente, y algunas veces de forma conmovedora, pero no estoy de acuerdo con que la señorita o señora Laura Villegas que se hace llamar directora, se pare en un costado de la platea a burlarse literalmente del incómodo público por más de diez minutos. Este pobre público del que fui parte, tuvo que aguantarse su risa descarada y mal intencionada, sus señalamientos con el dedo, sus constantes miradas inquisitivas, mientras un mariachi confirmaba que lo que acabábamos de ver no era más que un montón de basura que pasó por la cabeza de alguien carente de talento que posa de intelectual.

Justo C. F.