jueves, 19 de mayo de 2011

Los Farsantes, La estrategia del perdedor, El feo

Muchos de ustedes se preguntarán el por qué de mi ausencia. Y por qué carajos después de tanto tiempo venir de nuevo con mis sutiles comentarios. Primero lo fácil: ¿Por qué vuelvo? Vuelvo porque me encanta saber que tengo fanaticada y que he cautivado a varios de mis lectores. Y vuelvo además porque me fascina ver cómo se molesta uno que otro personaje que se siente aludido por mis inofensivas palabras.
Ahora lo difícil, lo deprimente: Pues mi ausencia se debió principalmente a que el año pasado no hubo mucho de lo cual escribir y fuera del Pillowman de Pedro Salazar, no apareció en la escena capitalina ningún montaje que me inspirara a gastar mis letras. Y bueno, sentarme a escribir alrededor de cómo ciertos actores famosos se vuelven cuentachistes en un escenario, no me parece divertido y mucho menos productivo. Los cuentachistes que se queden relegados para la franja triple A de los sábados felices, perfecta para entretener al estrato 0, 1, 2 y 3.
Siendo yo un hombre senil, cansón y bastante jarto, no le queda más remedio a mi mujer que mandarme al teatro para quedarse tranquila viendo la telenovela de moda. Para que cuando yo llegue, ella ya se haya tomado la valeriana, esté profundamente dormida y yo no tenga otra salida que entretenerme escribiendo pendejadas en mi blog. La consola de la entrada de mi apartamento en Santa Barbara se atiborra de tantas invitaciones a espectáculos escénicos que ya me sobran cartoncitos para cambiarle la cama al gato por los próximos 3 años! Pues en esta ocasión después de un sorteo a lo “bingo” entre todas las invitaciones, fui a observar, y quiero volcar mi retahíla sobre tres obras que se estrenaron recientemente: “LOS FARSANTES” de Rodrigo Candamil “LA ESTRATEGIA DEL PERDEDOR” de Nelson Hernández y “ EL FEO” de Pedro Salazar. ¿Por qué estás obras en particular? Porque me parece muy interesante la juventud de estos tres señores como directores desconocidos o medianamente conocidos de nuestra desarticulada e inmensamente desabrida escena bogotana.

LOS FARSANTES
Fui a ver esta obra con una gran expectativa. Es la primera vez que veo algo de esta nueva agrupación (“El Vulgar”) que por lo que me cuentan está haciendo un esfuerzo por mantener algo de continuidad en la difícil labor de hacer teatro. Lo que más me llamo la atención fuera del título y la pequeña trayectoria del grupo fue su director. Siempre he desconfiado de los actores que deciden a dirigir, son muy pocos los que logran hacerlo con éxito y claro, este caso no fue la excepción.
Señor Candamil: Su obra me pareció terriblemente aburrida. Salí del teatro con la sensación de haber perdido una hora y pico de lo que me queda de existencia y a mi edad no me puedo dar el lujo de perder unos minutos de mi sueño, ya que ni siquiera pude dormir durante la función, (asunto para el cual también soy bastante bueno). Su obra es una de esas en las que no pasa nada. No es entretenida, ni divertida, y ni siquiera desagradable. El discurso, si es que lo hay, no llega a nadie, se queda en el aire. Es una sensación que me cuesta describir. Claro está que eso es lo que produce el teatro del absurdo, género en el que está clasificada esta pieza. Pero el teatro del absurdo pasó de moda por lo aburrido, por lo absurdo. Todo evoluciona mijito, inclusive el teatro.
Como soy un hombre desocupado y me gusta tomarme el tiempo de profundizar en estos trabajos, voy a seguir adelante, así tenga un poco de pereza. No le hace, ya arrancamos; pues terminemos.
En cuanto a la puesta en escena: Pobre, básica, poco arriesgada, sin lenguaje definido. El tono de actuación a ratos es clásico y a ratos es gestual, pero nunca llega a ser ni una cosa ni la otra. Su puesta es poco arriesgada, podría decir que efectiva pero tampoco, le cuesta mucho mantener la atención de los espectadores. No se ve la visión de un director. Me sentí viendo un documental sobre cómo se montaban las obras en los años 80. No hay ninguna propuesta novedosa, parece puro teatro estudiantil.
Hay que enfatizar que el desastre de la pieza se debe no sólo a la inexperiencia del director sino a su incapacidad de arriesgase a mostrar su forma de ver la vida a través de este texto. Lo que noto es un director que montó la obra seguramente tal cual como la vió en sus épocas de estudiante en Nueva York. Incluyo acá el número musical que en este caso es completamente espantoso. Si uno cita en el programa de mano que el evento es una adaptación de la obra original, tómese el trabajo de adaptar, no de repetir y no haga la salvedad sólo para evitar pagarle los derechos al autor.
Ahora los actores: El señor Mario Escobar (Cornelio) quien tiene una gran experiencia, hace lo suyo y logra que el personaje sea lo suficientemente desagradable, interpretación certera, que es lo que la obra necesita. Biassini Segura (Shimmel) no se arriesgó para nada. Shimmel es más que el asustadizo inmigrante, así que la interpretación no es solamente mirar de un lado para otro con cara de espanto, para dar la idea de estar perdido en la gran ciudad. Ana María Aguilera (Margarita) sobresale un poco (pero no mucho, mijita) entre los demás, tiene algo de fuerza y a pesar de ser chiquita y casi insignificante se gana su lugar en el escenario. En general sobre ellos tengo que decir que me da lástima que estos actores no logren demostrar de lo que son capaces por la pobreza del texto y por un director que no logró ver la obra en otra dimensión.
De la escenografía no hay mucho de qué decir. Si no existiese, no pasa nada. Con demarcar las líneas en el piso era más que suficiente. Y la luz tampoco contribuye a generar espacios, es triste y excesivamente plana. Este es el resultado de escoger un texto fofo y ortodoxo, pero sobre todo de no tener la capacidad de adaptarlo y establecer una visión propia sobre el mismo tema.
Aun así entiendo a las directivas de La Casa del Teatro Nacional que con la escasez de producción teatral capitalina no tienen más remedio que programar lo que hay por ahí suelto dando vueltas.

LA ESTRATEGIA DEL PERDEDOR
Cuando me llegó la invitación al estreno de esta obra me pregunté: ¿Quién es este señor Nelson Hernández? ¿De dónde salió? Y como siempre lo hago, me tomé el trabajo de investigar para así decidir si valía o no la pena ir a verle su obra. Simplemente dirigió el año pasado una obrita de esas de tinte comercial, con actores de televisión y viejas buenas con poca ropa. De esas obras que le gustan a mi esposa y a sus amigas y de la cual fui víctima el año pasado. “Estado Civil Infiel” ¡qué horror! Tuve que ir prácticamente obligado con Margot, Rosa y Rebeca, las amigas viudas de mi adorada esposa. No me quiero seguir acordando porque me vuelve la taquicardia.
Con pocas, muy pocas expectativas fui al magno escenario del Gimnasio Moderno a presenciar la obra de este señor. Debo confesar que esta obra me sorprendió. Es agradable ver cómo la gente casi se ahoga de la risa con el juego situacional que propone el texto. No es una gran obra, pero cumple con su objetivo: entretener al público.
La puesta en escena se sostiene. Los personajes son creíbles. Sin embargo a los actores se les nota mucho cuando quieren ser graciosos porque sí. No obstante la situación los absorbe y termina primando por encima de la fantochería. Esto no quiere decir ni mucho menos que la obra esté a la altura de una comedia de Neil Simon o de Ray Conney, faltaba más. El texto tiene una que otra falla dramatúrgica. Pero se ven incipientes asomos de este tipo de comedia. Se agradece mucho a los actores la entrega y el compromiso a la hora de interpretar sus personajes.
Y ahora los actores: Julio Cesar Pachón(¿?) No sabía que este señor existía, en la vida lo había visto. Su personaje es correcto, aunque a veces se le escapa por entre las manos y perdemos el texto entre sus problemas de dicción. Sin embargo creo que es un actor con un gran potencial, lleva la narración de forma entretenida y es uno de los aciertos de la obra.
Al señor Walther Luengas lo he visto varias veces en la escena teatral. Claro está que nunca fui a verlo en Infraganti. Dios me ampare y me favorezca de tener que ver algo escrito por Dago García, ay! Vuelve la taquicardia. Ese señor no debe saber qué es el teatro y dudo mucho que se haya leído al menos una obra en su vida. Volviendo al personaje, Luengas hace gala del gran talento que tiene como comediante y aporta efectivamente con su propuesta al ritmo de la obra.
De Olga Lucia Angulo (otra desconocida) No tenía ninguna referencia. Ella ejecuta correctamente el personaje. Sin embargo, me parece que le hace falta tomarse unos whiskicitos más en pro de una interpretación más creíble de la esposa borracha.
A Isabel Olano(¿?) Tampoco la conocía. También ejecuta correctamente su personaje de lorena. Sin embargo siento que le hace falta fuerza y contundencia para ganarse el espacio en la escena. A veces parece que estuviera leyendo el texto, tratando de hacer una lectura dramática.
Visualmente no pasa nada. El escritorio es el escritorio, más allá de la pátina brillante con visos de futurismo. El espacio a veces es confuso, sobre todo para ancianos como yo acostumbrados a leer las obras naturalistamente. El baño debería ser el baño, la oficina debería ser la oficina. Cómo carajos hacen para salir y entrar de todos los espacios como si atravesaran las paredes? La obra pasa en el futuro y no me lo dijeron (???) EL vestuario me parece correcto. Tal vez subido de tono rosa el personaje de la secretaria y muy fúnebre el de la esposa, pero igual ayudan al concepto. Del blazer del protagonista ni hablemos, que yo tuve uno así cuando en Nueva York me gustaba ir a bailar a los salones a ver en vivo al gran Frank Sinatra. Del vestuario de Luengas, siento que no tiene exageración en ninguna medida. Es muy normal, no dice nada. Podría llevar un concepto más claro. La iluminación también es correcta. Muestra los espacios y ayuda al ritmo de la obra.
Se le anota al señor Nelson Hernández, a quien aparte del sainete de Estado Civil Infiel, nunca jamás en la vida lo había escuchado nombrar, que tiene talento para escoger comediantes, lo cual es la clave para montar este tipo de espectáculos. Además se precia de hacer una interpretación clara del texto. Mi mujer, que en esta ocasión sí me pudo acompañar, me dejó aburrido de tanto comentar las barrabasadas que los personajes hicieron durante hora y media. Tampoco era para tanto! Ella se entretiene con cosas simples. Margot y Rebeca (divinas!), se identificaron con la esposa borracha. A Rosa la operaron de la várice y no pudo ir, pero mi mujer le contó la obra enterita por teléfono a la mañana siguiente.

EL FEO
Fue para mí desconcertante ver el resultado del Feo. Yo he seguido muy de cerca a Pedro Salazar como director. Por lo general me gusta mucho lo que hace. Con Pillowman dejó un punto muy alto y la verdad esperaba mucho más de él en esta ocasión.
La puesta en escena me parece triste, aburrida y sin gracia, lo que contrasta terriblemente con la escenografía, el vestuario y la iluminación. Es como si lo visual fuera en contravía del movimiento, del tono de actuación y del ritmo de la obra. Siento que Pedro Salazar se dejó llevar por una estética visual supremamente elaborada, perdiendo la esencia de la narración. No logró poner lo estético al servicio de la historia. Por el contrario vemos a unos actores deambulando con sus personajes en un espacio que no manejan, en un espacio que no les pertenece. La ligereza del tono le quita veracidad al texto. La falta de rigor a la hora de construir las escenas hace que la historia no llegue a los espectadores y se vuelva lenta e incomprensible.
Felipe Botero “El Feo” a pesar de ser un gran actor, aquí no luce. (No es su culpa). Está en el casting (no quiero decir que sea feo) lo cual ayuda un poco, pero es muy difícil actuar al lado de unos compañeros que no se comprometen y que a la legua se les nota que lo único que quieren hacer es irse rapidito para la casa.
Juan Manuel Lenis, uno de los tres actores que interpreta dos personajes, no lo hace muy bien pero se le abona que es el único que intenta hacer una diferencia latente entre los dos roles. Igual es muy fácil diferenciar en la 82 con 11 mientras se toma uno un tecito en el Pomeriggio a un empelado venido a menos y a un desadaptado homosexual.
De la señora Marcela Benjumea ni hablar. Esta actríz no sacó ni la entrega, ni el compromiso de su padre. Supongo que debe tener algo de talento para ganarse el premio (los premios, porque se los ganó casi todos!) como mejor actriz de la tv colombiana, pero que se quede haciendo telenovelas para las cuales no hay que saber actuar. Marcela Benjumea no tiene ni idea de lo que necesita un actor para hacer una pieza teatral y cree que con hacer un par de gestos es más que suficiente. Hay que ser generoso con los compañeros de escena, no sólo botarles texto. Frase por frase, hay que indagar en la sicología del personaje, en sus motivaciones. Qué pobreza de interpretación! Hasta tumbada se hubiera sentido mi esposa con la señora Marcela.
Víctor Hugo Morant no hace nada distinto a lo que siempre hace, y la verdad no esperaba más de él. No vale la pena criticar a un actor que personaje tras personaje sigue mostrando lo mismo.
La escenografía me parece fantástica. No sé si sea la más adecuada para esta obra; nunca lo sabremos. La luz cumple correctamente con lo que la escenografía exige. El vestuario entra bien dentro del concepto. Qué lástima que los actores ni la puesta estén a la altura del concepto visual.
Lo siento por el señor Pedro Salazar, pero en esta obra en particular lo siento un poco perdido. Tal vez no era aún el momento adecuado para montarla.

Justo CF.