miércoles, 18 de marzo de 2009

La escuelita de Adelita.

Sobre Inocencia, el trabajo de graduación de la última promoción de la escuela de la Casa del Teatro Nacional, dirigido por Adela Donadio.

En los últimos años por cosas del destino he visto varios trabajos estudiantiles y por lo general he salido muy triste por el bajo nivel de las puestas en escena y por ende de aquellos que las interpretan, pero tengo que reconocer que en este caso en particular la cosa no es tan grave.

Es difícil criticar una puesta en escena de estas características porque son varios elementos que hay en juego. Pero particularmente en obras de este tipo me dedico a observar el trabajo del actor y su personaje; sobra decir que logro olvidarme de lo técnico para concentrarme en percibir qué tan bien preparados están estos muchachos para afrontar lo que se les viene de ahora en adelante.

Siendo consecuente con lo anterior evitaré hablar tanto de la directora como de la puesta en escena (aunque me muero de ganas por hacerlo!), qué pesar, pero hay que ser objetivos: esos aspectos no son importantes en el momento.

Siempre que veo una obra de estas me queda un mal sabor de boca, porque a mi modo de ver, la desgracia de las obras estudiantiles radica en el casting tan pobre que resulta de combinar talentos desiguales de los estudiantes, y el resultado final no deja visualizar el verdadero nivel en el que se encuentra el actor, y eso que esta obra logra situar muy bien a varios de sus intérpretes.

Varios actores me vienen a la mente: Por ejemplo, Edwin Maya, un muchacho que cumple con las características de Fadoul; el muchacho contribuye efectivamente al desarrollo de la pieza y con esto no estoy diciendo que sea el mejor ni el más talentoso.
Alejandro José Riaño – Una ficha que se mueve discretamente en el escenario sin aportar mayor cosa a la puesta en escena. Su discurso desde el distanciamiento en el principio de la obra no fue el más acertado.

Andrea del Pilar Mora – Absoluta… mente simpática la muchachita bailando en ese tubo; la niña promete, y no sólo porque que se destaca por su belleza, sino porque además se le nota el esfuerzo a la hora de crear un personaje que no siente culpa por sus acciones.
Lina Fernanda Balvuena, una de las grandes damnificadas en esta obra; no sólo está fuera de casting, sino que además el planteamiento de “ella” está fuera de toda borda. Un vestuario y un peinado no son suficientes, y si el actor no se acomoda al personaje, pues hay que buscar la forma de llegar a una interpretación acorde con sus posibilidades y adaptar la pieza para que todos los actores puedan demostrar de lo que son capaces.
María Margarita Mora – Si ella tuviera una gasolinera…- Un gran talento que añadió “el toque” a esta obra que a ratos nos tumba del sueño.

Laura Cristina Rodríguez – La verdad, Hubiera sido mejor que La señora Habersaat se quedara sentada durante toda la obra. Y lo siento por esta estudiante, porque lo terrible de su trabajo es que su personaje es uno de los más importantes y más lindos de la obra, y desafortunadamente, apenas si podemos ver algo de su sicología; La señora Habersaat queda reducida a un intento de locura, un mal chiste, una payasada de distorsión. Nuevamente, el peinado y el vestuario no son suficientes.

Silvia Juliana Arias – La mujer (venida a menos) del agente de pompas fúnebres – Una niña a la que se le nota el esfuerzo que hace en escena, y se le agradece.

Laura Alaguna – La madre , la suicida, la cantante - No veo la necesidad de ponerla a hacer todo lo que hizo, y lo digo porque citando sólo la primera escena de la señora Habersaat, me pareció terrible, y no sé si es por el tono de actuación propuesto por la directora, o porque definitivamente le falta mucho como actriz; espero por su bien que sea lo primero. El resto del tiempo sobró.


Lo que quiero decir con todo esto es que sé que es muy difícil encontrar una obra (sea clásica o contemporánea) que se acople a las necesidades particulares de estos elencos tan diversos y disparejos, ¿Qué hacer? ¿Quince monólogos? -Qué aburrido! ¿Contratar a un dramaturgo que les escriba una obra que les quede como anillo al dedo? -Qué difícil… aunque no imposible. Pero ni siquiera este viejito senil que todo lo ha vivido tiene la solución.

Lo que sí hay que hacer es destacar (y ese es el objetivo de estos procesos) es que en estos nuevos actores que están saliendo de esta escuela se ve la mano de unos muy buenos maestros; se nota el rigor de las clases de voz, de cuerpo, de actuación (a veces); se saben parar en el escenario sin temor, y eso se aprende al pasar por una buena escuela como la de la Casa del Teatro Nacional; No es el caso de los muchachos de la Academia Charlot, a cuyos montajes de graduación he tenido la desgracia de asistir, y créanme que no salen sirviendo ni para trabajar como extras en padres e hijos.

Aplaudo la labor de Adela Donadio y de los profesores de la Casa del Teatro Nacional por creer en estos muchachos y espero que sigamos viendo los frutos de procesos de este tipo.

Justo CF.