miércoles, 19 de noviembre de 2008

El que mucho abarca… poco aprieta!

Sobre “ADENTRO LA CASA AFUERA” montaje que se presenta en la Casa del Teatro Nacional, producido por Inédita y dirigido por Javier Gutiérrez.

“¿Qué tanta basura tiene que ver un hombre para poder criticar?”

Esta es una frase que parece sacada de una obra de Fabio Rubiano, a quien muchos seguramente han querido imitar, y quien lo sigue haciendo es Javier Gutiérrez; lo imita en todo: en la forma de escribir, en el planteamiento y construcción de los personajes, en la puesta en escena… Tanto lo imita que trabaja con los mismos actores, pero a diferencia de Rubiano (que sí es dramaturgo y director), Javier Gutiérrez es una mala copia; no entiendo por qué armó rancho aparte, si lo que estos nuevos creadores INÉDITOS necesitan es un director de verdad, uno que sí les canalice todo lo que tienen en la cabeza.

Yo no quería hablar de esta obra pero el otro día almorzando con Pepe Echavarría en Matíz mientras degustaba un maravilloso San Lucar, salió a colación el tema de “ADENTRO LA CASA AFUERA” que dirige el señor Gutiérrez y hasta ahí llego mi felicidad; se me daño el almuerzo. Y bueno, ya que Pepe trajo a mis recuerdos un hecho que quería olvidar a como diera lugar, decidí entonces escribir este artículo.

Es increíble que un personaje con tanto estudio como el que dice tener el señor Gutiérrez, no sea capaz de contar una historia que además él mismo escribió, y siga tan perdido en esa búsqueda de lo multimedial que varios ya superaron (afortunadamente!) y en ese derroche de tecnología que no contribuye a nada y aburre hasta el cansancio. No entiendo cómo lo que se supone es un premio nacional de dramaturgia queda reducido a un revuelto de imágenes y ruidos que no dejan ver lo esencial, el relato. Se le felicita a don Javier por el premio y eso me hace pensar que algo bueno debe tener el texto para ser merecedor de tan honroso galardón, pero como le pasa a muchos “directores” o “escritores”, el señor Gutiérrez la embarró, y la embarró al montarla él mismo; él es un hombre que hace muchas cosas en el medio, pero algo que definitivamente no aprendió fue a hacer puestas en escena; para la muestra un botón: dónde quedó todo lo que dice el programa de mano? –“Una propuesta que obliga a cuestionarse sobre la memoria, el recuerdo, el deseo de trascender y el sentido de la existencia”- Discúlpeme don Javier, pero ¿Cómo así? Eso escrito está muy bonito, pero la obra no logra ninguno de esos objetivos y por el contrario, la puesta en escena es una gran contradicción con la historia clara y sencilla que plantea la sinopsis.

Cuando se entra a la sala es interesante ver la instalación sobre el espacio, un decorado impecable, unos colores armoniosos y una atmósfera agradable, que con el pasar de los minutos se va derrumbando.

Entiendo el discurso vanguardista y la búsqueda de Gutiérrez por tratar de mostrar las cosas como nadie las ve, pero su fórmula ya cansa y más cuando insiste en el valet de los objetos: es insoportable ver como cada vez que no sabe qué hacer con los actores, pone una música recurrente y le da vueltas al espacio una y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez… Como dicen mis nietos: qué pereza, qué aburrido, qué mamera…qué falta de creatividad escondida en tanto diseño visual.

Es muy triste ver a actores de la talla de Rosario Jaramillo, Marcela Valencia, César Badillo y Fernando García someterse a cuanta payasada se le ocurre al director; no hay ninguna propuesta interesante y todos caen en un tono ridículo, en una puesta en escena pobre y desprovista de carne.

En general me parece una obra típica de Javier Gutiérrez: se nota su gran carencia como director, y no sé para qué les da créditos a otros miembros del colectivo (codirector, escenográfo, iluminador, vestuarista etc..), si lo que al parecer es un trabajo en colaboración, es el resultado del trabajo de un grupo de personas que en lugar de proponer, enriquecer y dar puntos de vista refrescantes a la pieza, caen en manos de un dictador que los convierte en unos ejecutantes mediocres que no logran ser, y mucho menos mostrar lo que supuestamente saben hacer: en resumidas cuentas, la luz, la escenografía, el vestuario y el video parecen diseñados en su totalidad por Gutiérrez, porque el señor además de dramaturgo es diseñador de escenografía, iluminador, director audiovisual, profesor y no sé cuántas cosas más. Como decía mi abuela: el que mucho abarca…

Y para acabar de completar, como si ya no fuera suficiente toda la sobrecarga visual y sonora, justo al final de la obra ponen al espectador en una situación bastante desagradable: yo estoy de acuerdo con los nuevos directores con la premisa de que hay que proponer cosas para que el público experimente nuevas sensaciones, y la cosa no iba del todo mal cuando tanto actores como luces se acercaron al público, no sé si para hacer un poco más íntimo el encuentro, mientras los actores nos hablaban directamente, y algunas veces de forma conmovedora, pero no estoy de acuerdo con que la señorita o señora Laura Villegas que se hace llamar directora, se pare en un costado de la platea a burlarse literalmente del incómodo público por más de diez minutos. Este pobre público del que fui parte, tuvo que aguantarse su risa descarada y mal intencionada, sus señalamientos con el dedo, sus constantes miradas inquisitivas, mientras un mariachi confirmaba que lo que acabábamos de ver no era más que un montón de basura que pasó por la cabeza de alguien carente de talento que posa de intelectual.

Justo C. F.